miércoles, 29 de junio de 2016

Amigos de lo ajeno: una explicación

Es curioso comprobar que muchas veces los discos, películas o libros que resultan importantes en nuestras vidas o por lo menos en la construcción de nuestros gustos y preferencias no son considerados obras maestras en sus géneros ni pueden etiquetarse como trascendentes aunque en nuestro caso si lo sean. No importa, llegan o los descubrimos en el momento adecuado, unos se quedan y pasan a formar parte de nuestro yo y a otros hay que dejar que se los lleve la corriente, en cualquier otro contexto no funcionan del mismo modo y nuestra evolución nos aparta de ellos, con estos últimos es desaconsejable la revisión, en ocasiones estropea el recuerdo.

Nunca he visto en directo a Paul McCartney, a pesar de tratarse de uno de mis músicos favoritos no ha estado entre mis proyectos organizar un viaje o intentar hacer coincidir un desplazamiento para poder asistir a una de sus actuaciones… y me arrepiento. No creo en el presentismo, esa actitud de alguna gente que simplemente hace muescas en el revólver: ir por haber ido, asistir por haber asistido, foto y a casa, soy más de disfrutar lo que tengo delante, sea esperado o no. Disfruto con el recuerdo, claro, pero solo si he disfrutado la experiencia, cuando disfrutas más contando que viviendo algo falla. También disfruto mucho viendo disfrutar, a unas personas más que a otras, pero ni siquiera es demasiado necesario que esto último me importe, ver disfrutar casi siempre es agradable, y si el disfrute de alguien depende de tus decisiones, obligatorio adaptarlas. En cambio pienso que a veces está un poco justificado ese presentismo, y en cuanto a la música popular del siglo XX hay un repóquer imprescindible, estoy seguro de que esto va a costarme unos cuantos mails, mensajes y llamadas: elvis, dylan, sinatra, the rolling stones y el mencionado Paul McCartney, y no necesariamente en ese orden, han sido, son y serán demasiado importantes como para no intentar tenerlos delante por lo menos una vez, respirar el mismo aire, ver como se mueven, la forma en la que interactúan con los demás músicos, sentir su carisma.

A pesar de lo que pueda parecer, creo que la vida no ha sido justa musicalmente con Paul, la muerte de John le dejó sin un amigo y soportando la eterna comparación con un fantasma, imposible de superar. Daba un poco de pena verle reconocer hace pocos años como con el tiempo había descubierto que John sin el sonaba trascendental y aburrido y el sin John ñoño, casi cursi. Tenían el mismo gusto musical, igual que Mick y Keith, y un alma gemela así es difícil de encontrar, yo lo disfruté años y recuerdo con cariño la prisa para llegar a un lugar en el que poder escuchar su última recomendación o la ansiedad por ir a verle y enseñarle algo. Puede separarte la vida o las costumbres, pero nada te librará de seguir deseando compartir con el todo lo nuevo que descubres y te conmueve. Una vez Hendrik Röver visitó nuestro lugar común, le considerábamos uno de los mejores guitarristas del momento y aceptó nuestra invitación para acompañarnos a nuestro ritual de café con charla musical, pero justo antes de salir comentó que Johnny Winter le parecía un músico mediocre, evidentemente invitación retirada, ese día nos despedimos con un gesto de aprovación, nuestros principios estaban a salvo.

En los años setenta John Lennon grabó un disco con algunas de sus canciones favoritas, maniobra que repitió Paul en los ochenta. La publicación de John tiene una construcción más compleja, con increíbles colaboraciones elegidas según la necesidad del tema y con una producción accidentada pero con un objetivo concreto. La de Paul para mi gusto respeta más el espíritu de las canciones elegidas, grabada en tan solo dos días y con la misma banda de músicos para todos los temas en directo en el estudio. Adoro ambos discos, me gustan los dos músicos y eso facilita las cosas, pero claro, el de Paul llegó cuando tenía diecisiete años, me preguntaba que había podido llevar a alguien con una de las mejores cosechas propias de la historia a grabar un disco completo de canciones ajenas, la primera escucha lo explicó todo, incluso pienso que mi interés por las versiones es un poco culpa suya. Cuando un músico que respeto interpreta una canción ajena que me gusta me siento como comprobando que tal se comporta en mi casa, como si estuviera tocando mis cosas, una especie de conexión.

Esto no es una recomendación, es una explicación, un agradecimiento, una maravilla, lo que cada uno quiera, en mi caso, no se lo ha llevado la corriente, llegó para quedarse, para acompañarme, para construirme. En la portada Paul sale dentro de una estrella roja de cinco puntas, creo que esto explicará algunas cosas a varios.

«Kansas City» Jerry Leiber/Mike Stoller

«Twenty Flight Rock» Eddie Cochran/Ned Fairchild

«Lawdy, Miss Clawdy» Lloyd Price

«I'm in Love Again» Fats Domino/Dave Bartholomew

«Bring It On Home to Me» Sam Cooke

«Lucille» Richard Penniman/Albert Collins

«Don't Get Around Much Anymore» Duke Ellington/Bob Russell

«I'm Gonna Be a Wheel Someday» Fats Domino/Dave Bartholomew/Roy Hayes

«That's All Right Mama» Arthur Crudup

«Summertime» George Gershwin

«Ain't That a Shame» Fats Domino/Dave Bartholomew

«Crackin' Up» Bo Diddley


«Just Because» Bob Shelton/Joe Shelton/Sydney Robin

«Midnight Special» Trad. Arr. Paul McCartney

Decía Bob Dylan en un discurso de hace unos meses que si había conseguido pasar el testigo se daba por satisfecho, creo que es lo que intentó Paul con este disco pensado inicialmente para publicar solo en Rusia. Conmigo objetivo cumplido, el otro día E dió un Mi perfecto con una acústica muy bien afinada, ahora me toca a mi pasar ese testigo, me gustaría no fracasar y sobre todo no defraudar, forjamos nuestras propias cadenas.

Gracias RnR Forever