lunes, 25 de enero de 2016

súper poderes

Me gustaría contar que el mejor halago que puedo hacerle a David Bowie es que no consiguió sorprenderme nunca, que su equidistancia con todo hacía predecible que diese un giro a su sonido cada vez que editaba algo, pero es que aun así lo consiguió, cuando formó Tin Machine y cambió tanto de sonido como de formato artístico, me pareció que no se podía ser más innovador, más arriesgado, todavía coleaban los problemas de Tina Turner para conservar su merecido nombre y la maniobra me parecía impecable, fuese cual fuese el resultado. Esa versatilidad hacía que nos preguntáramos que estilo le habría estimulado cada vez que aparecían noticias de un nuevo disco, estilo al que siempre aportaba elegancia y creatividad. Era ambiguo para todo, incluso en su vida privada, de la que si importara se podría destacar que compartió una parte con una mujer blanca y otra con una mujer negra. También supo mezclar todo tipo de música, por lejana que pareciera, como se puede comprobar en los coros pop que desembocan en una guitarra funky que a su vez nos lleva a una melodía claramente bohemia en “Let´s dance”. Llevó a varios de sus amigos a dar lo mejor de sí mismos e hizo de las colaboraciones un arte borrando completamente la apariencia de recurso comercial.
No llegué a verle en directo, estuve ahorrando allá por el verano del 90 para hacerlo, al final lo deseché, con lo que no se puede decir que estuviera cerca, me aproximé un poco cuando Golden Smog versionaron “Starman” en la Sala Capitol o cuando Amaral hicieron en Coruña la interpretación de “Heroes” que habían publicado años antes Parálisis Permanente.

Estuve varios días dudando si escribir o simplemente poner un enlace porque creo que Igor Paskual, una de las mentes más lúcidas que conozco en cuanto a análisis musical, lo ha expresado todo con talento, emoción y rigor. Agradece a Bowie que fuera de los que sonríen en el escenario, algo menos común de lo que parece, muchos artistas no lo hacen demasiado, es cierto que en parte por la concentración que la interpretación necesita, pero muchas veces tomándose a sí mismos demasiado en serio o pretendiendo otorgarse una trascendencia que torna en solemnidad un tanto impostada. Además solo le ha costado una frase hacer una reflexión con la que no puedo estar más de acuerdo y que en cambio no habría sido capaz de expresar con palabras: “Contigo el rock se podía bailar y se podía pensar”, Amén. Los comentarios todavía hacen más bonito el artículo cuando uno de los lectores cuenta como Igor solía celebrar cada cumpleaños de Bowie versionando sus canciones en un bar de Oviedo y repartiendo trozos de tarta entre los asistentes.

Mick Jagger dijo una vez que las canciones son como olores, que crean ambientes. Creo que muchas de las de Bowie no se detienen ahí, nos hizo regalos en forma de melodías que no solo nos hacían sentir o recordar cosas, nos provocaban estados de ánimo, como cuando escucho “Heroes”, que se me infla el pecho como a un pavo real y me siento invencible, o con el estribillo de “Life on mars”, que me lleva a abrir los brazos y sentirme cual pájaro volando o astronauta flotando en el espacio, y no soy el único: el sábado mientras desayunábamos M y yo la hicimos sonar y a los pocos minutos apareció A que suele levantarse adormilada y tristona sorprendentemente muy contenta contando entusiasmada: “¿Sabéis que? Estaba soñando que volaba, ¡Podía volar!”.