martes, 5 de mayo de 2015

Las relaciones

Una de mis más antiguas reflexiones sobre cine es aquella que me lleva a relacionar películas que en principio parece que no debieran tener nada que ver a no ser por la posible influencia de la más antigua. No relacionar del tipo “también te puede interesar” de cualquier red social o del tipo “artistas de referencia” tan recurrido para criticar un primer disco. No, relacionar al máximo nivel, ese en el que creo que “Forrest Gump” es la segunda parte de “Pequeño gran hombre”, “El nombre de la rosa” es la precuela de “Sherlock”, aunque aquí el que liga es Watson, o “alguien voló sobre el nido del cuco” un spin-off de “easy rider”. Además de estos mi mente ha construido muchos casos, unos ejemplos:

• “Cinema Paradiso” es la versión europea de “La última película”

• Scorsese jugó con esa idea desarrollando los personajes de “Goodfellas” en “Casino”, yo creo incluso que los mismos personajes venían de “Érase una vez en America” de Sergio Leone

• “Brubaker” es el director de la prisión de “La milla verde”

Así, estos días he visto una película que me he etiquetado inmediatamente como la segunda parte de “La dolce vita” de Fellini. Se trata de “La gran belleza” y además de ver claramente a Marcello de mayor he podido ver a otros personajes también desarrollados, también decadentes. Quizá incluso sea el protagonista el menos golpeado porque se acepta a sí mismo, se encuadra en su destino buscado o no y no pretende otra suerte, esquivada o no. El personaje es usado para disparar a diestro y siniestro sin tener ni siquiera que apretar el gatillo, poniendo siempre una elegante disculpa en el contexto para que pueda dar rienda suelta al profesional del cinismo que es. Da la impresión de que sus largos paseos por la Roma que amanece vacía y bella son en solitario porque no es capaz de aguantar a nadie para compartir algo así. Su vida es como un tren eléctrico que pasa continuamente por los mismos puntos, placenteros y maravillosos, pero completamente vacíos en cuanto a estímulo. Al principio vemos una fiesta en la que todos bailan acompasados, él se sale y empieza a bailar por su cuenta, pero todo le arrastra otra vez con irresistible encanto a sus privilegios de personaje de la clase alta, de la élite.
Hay varias escenas grandiosas, como aquella en la que un cardenal abandona una fiesta en un Rolls Roice u otra en la que nos cuenta que “beberá mucho, pero no hasta encontrarse mal”. También es ejemplar la forma en la que la pareja de nobles que uno puede identificar inmediatamente como los protagonistas de “Vacaciones en Roma”, se sorprende de que alguien se acuerde de ellos cuando oye sonar el teléfono, u otra en la que ante la pregunta de a qué se dedica una de sus amigas contesta “soy rica”. Me gusta mucho también la forma de mostrar su desprecio en el funeral, habiendo adelantado de algún modo las muchas formas que el saber estar tiene de hacer daño, y todavía me gusta más la forma que encontraron de mostrar en una misma amenaza presuntuosidad y modestia: "Para ya, estás alimentando mi ego de un modo muy imprudente".
Como a Flaubert, al personaje le gustaría escribir un libro sobre la nada, no se le ocurre la forma. Yo tampoco podría, aunque entiendo lo que sería la nada para mí y la película me ha ayudado a ello: Sería que no existiera nada que me importara.