viernes, 12 de octubre de 2012

¿me repito? ¿me recreo?

Algunos de los que se pasan por aquí de vez en cuando ya me han escrito preguntando por qué no he publicado nada todavía sobre el estupendo concierto de The Jayhawks al que asistí hace un par de semanas. A los habituales retrasos provocados por mi falta de diligencia, tiempo y capacidad de síntesis, tenemos que sumar otra razón que los hará inevitables de ahora en adelante y a buenos entendedores…De todos modos tampoco he sido nunca un buen soldado, así que todo el mundo está acostumbrado a que no haga inmediatamente lo que se espera de mi, lo siento Paca.


El caso es que ahora me he sentado a escribir y no me apetece hacerlo sobre el concierto, a pesar de que estuvo genial y de que Marc Olson me pareció un gran músico, aunque salió desganado y fue el predispuesto público el que le animó, en un intercambio de papeles del que ya hemos sido testigos en otras ocasiones. Es cierto que llevaban puesto el “piloto automático”, pero a unos músicos así y con ese repertorio no les hace falta mucho más. Esa es la pena, que haciéndoles falta tan poco para hacer de cada concierto una noche memorable no ocurra siempre.

¿Y por qué no me apetece escribir sobre el concierto? Porque me encontré haciendo “youtubing” una actuación hace unos pocos días cuya magia me ha obligado a verla más de veinte veces ya.

Ben Harper es poco dado a las emociones en sus conciertos, acusado muchas veces de frío, entre ellas por varias de mis acompañantes en el único concierto suyo al que hemos podido asistir. Además siente por la música un profundo respeto que le obliga a un grado altísimo de concentración en las interpretaciones, lo explica perfectamente al principio del concierto editado en dvd "live at the Hollywood Bowl". Aquí pierde totalmente los papeles, se emociona a mitad de tema avergonzando a su co-intérprete Pete Townshend e incluso viéndose forzado a dar explicaciones con ese “espero que este momento dure mucho, mucho tiempo”. No me extraña.